Hace
unos días, mientras tomaba un café con
viejas amigas, una de ellas hizo un comentario que ha estado rondando por
mi cabeza desde entonces:
“Somos
una generación de grandes insatisfechos, lo tenemos todo y nunca estamos
contentos”
¿Has
pensado si te pasa a ti?
En
la mayoría de casos hemos crecido “teniendo que”, en niveles de exigencia
altos, con gran consciencia de “lo que se esperaba de nosotros”. Y así hemos
llegado a tener un “buen trabajo”, a querer ser el mejor del equipo, el
que más vende, el que cumple antes los objetivos, el que más gana...
Pero…Y
esto… ¿nos llena de satisfacción?¿Garantiza que obtengamos mejores resultados?
Parece
ser que no.
El
problema de este enfoque está en que siempre se quiere más, nunca se
llega; porque cada vez que nos aproximamos al horizonte aparece otro aún más
lejano, y luego otro y luego otro…Y seguimos caminando siempre con la vista
puesta en la próxima estación…
Además, identificamos lo que conseguimos, a dónde hemos llegado, con lo que somos.
Esto
es vivir y trabajar en Exigencia.
Y así, después de años en el mismo
puesto, nos sentimos frustrados y perdemos la motivación.
Hoy
os propongo que cambiemos el enfoque e intentemos pasar a vivir y trabajar
en Excelencia.
Vivir
en excelencia significa que lo importante es el camino, el cómo intento
llegar a mi meta. No tendrá relevancia lo que voy encontrando, sino cómo yo
afronto las diferentes situaciones que se me presenten.
“La excelencia no es producto
de las circunstancias.
La excelencia es una elección
consciente " Jim Collins
Confieso que, al principio ,esto de la excelencia me planteaba dudas: temía que al centrarme en el camino pudiera perder de vista los objetivos...Y esto puede ser peligroso para la empresa...Pero tranquilos, al final se llega.
Lejos de no conseguir los resultados, la excelencia garantiza un mayor éxito, ya que nos permite conectar con aquello que queremos realmente; con lo que nos gusta y nos hace trascender, por eso la posibilidad de conseguir resultados satisfactorios aumenta considerablemente.
Ser
exigente significa que lo haré bien o no lo haré. Ser excelente implica dar
lo mejor de mí para hacerlo.
En
exigencia debo parecer perfecto. En excelencia soy auténtico.
En
exigencia soy lo que hago. Si sale mal soy un fracasado. En excelencia hago
algunas cosas bien y otras mal, de todas aprendo algo.
En
exigencia una crítica es un ataque, una amenaza. En excelencia las críticas
me ayudan a crecer, a saber hacerlo mejor la próxima vez.
La
exigencia supone la obligación de hacer las cosas bien.
La
excelencia nace de mi interés por hacerlo lo mejor posible.
¿Te
gusta hacer las cosas por obligación o prefieres hacer aquellas por las que
tienes interés?
¿Con
cuáles sueles tener más éxito?
Pienso en la generalidad de la empresa
hoy y veo demasiada exigencia y poca excelencia…
¿Vas con prisa? o ¿disfrutamos del camino
juntos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario